viernes, 6 de mayo de 2016

Raíces para crecer y Alas para volar

Mi madre suele contar que de pequeño siempre decía que cuando creciera sería médico "para poder arreglarme a mi mismo y a gente como yo". Es algo de lo que tengo un vago recuerdo pero no tuvieron que pasar muchos años hasta que me quitara de la cabeza esta idea.

La cuestión es que desde que tengo uso  de razón he tenido la sensación de que debía hacer algo grande. Algo que tuviera un impacto positivo, si no a nivel global, al menos en la gente que me rodeaba y el ecosistema que compone lo que cada uno denominamos "nuestro mundo".Supongo que este hecho me llevó a estudiar química y querer dedicarme a la investigación. Del mismo modo que, en su momento, me llevó a ser partícipe del mundillo musical en Euskadi y tratar de tener un altavoz con el que poder remover aunque sólo fuera una conciencia. Todavía hoy, compongo y grabo algún que otro tema, pero para mi y cuatro gatos más a los que crea que pueda interesarles. 

Finalmente, acabé llegando a la conclusión de que mis esfuerzos eran más útiles en otro ámbito y tomé la decisión de tratar de cambiar el mundo a través de la investigación. Mi intención era asegurarme de que cuando me fuera de este pequeño trozo de tierra y agua pérdida en un universo infinito, lo dejaría mínimamente mejor de lo que me lo encontré. Siempre me ha fascinado la capacidad de invención del ser humano, la habilidad de recorrer el difícil camino que te conduce de creer a crear. En mi opinión es uno de los pocos rasgos distintivos de nuestra especie que aún me hace creer en que no merece la pena que de una vez por todas nos extingamos. Creo firmemente en la ciencia como medio para un bienestar global. En una investigación y desarrollo sostenible, ética y justa; como un túnel que nos permita atravesar el éter de las ideas y arrancar nuestras ensoñaciones de su letargo para plantarlas en firme en la tierra. Un medio para acabar con las desigualdades que, instaurado en una sociedad basada en el respeto y la educación, nos permitirá avanzar un paso más en nuestra evolución como especie y nos reconcilie con un planeta y una sociedad de los que acabaremos por divorciarnos si no lo remediamos cuanto antes.


Es una filosofía curiosa y una profesión que no deja de ser paradójica para un realista como yo, que muchas veces he coqueteado con el pesimismo puro y duro. He vivido siempre en una lucha continua contra mi naturaleza. Basado en mis raíces firmes que me atan al suelo, pero en un eterno despegue por las alas que me empeño en desplegar a diario con el fin de volar hacia algo más. Siempre hay algo más allá que me atrae como a un insecto la luz. Soy un soñador insomne. Un oxímoron en si mismo. No hay nada imposible de conseguir si eres capaz de soñarlo, simplemente es que aún no hemos descubierto cómo. Con treinta y dos años ya tengo claro que para eso estoy aquí; Para borrar las líneas que separan lo onírico de lo real. Tiempo al tiempo.

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