jueves, 23 de junio de 2016

Abstracto e Inefable

Los conceptos abstractos se desvirtúan cuando los defines. Eres feliz hasta que te explican lo que es serlo porque al hacerlo prostituyen el significado último de tu felicidad. El sin sentido de la descriptiva de lo inefable. Ya nunca volverás a ser feliz. No de la misma manera, al menos, porque se han delimitado fronteras que antes desconocías. Sería el equivalente a meter un cubo en el océano para, acto seguido, convencerte a ti mismo y a todos los que te rodean de que el contenido de tu cubo es el atlántico; asumir la parte por el todo. 


Lo mismo pasa con las personas; a las que más quieres es a las que no sabes por qué. Las más indefinidas, las que aunque sea de una manera familiar no dejan de sorprenderte. Y es que el amor, como la felicidad o la tristeza, nace del caos. De las entrañas del sinsaber, de la parte más oscura a la que el raciocinio deja siempre en una velada penumbra. ¿Que por qué te quiero? Porque aunque solo encontrara razones para no hacerlo, las casualidades que no existen para que así sea son y serán más de peso que cualquier plomo racional que imponga deliberadamente para compensar la balanza de la lógica. Es paradójico que la palabra querer en sus acepciones implique voluntad. A  mi me suele gustar más pensar que, realmente, significa todo lo contrario: no poder evitarlo. Lo más parecido al destino con lo que vamos a encontrarnos nunca. Querer, como verbo de la inevitabilidad de que se te difundan los deseos. De que sublime la lujuria porque trascienda de la carne, mientras el tiempo condensa el éter de las pasiones, como los cristales fríos el vaho de tus suspiros; la humedad de tus jadeos. 

Así las cosas, necesito mariposas y renovar mis votos a diario. Desapolillar ese ya añejo "en lo bueno y en lo malo" de nuestros padres y abuelos, para cambiarlo por la única promesa a la que puedo comprometerme: "cuando me folles o cuando me falles".  Sincero y realista. Todo, para reinventarme cada día cuando choquen nuestros iris. Para bailar hasta el amanecer con la poesía de un cuerpo quieto. Envejecer mientras anochece, jugando como un niño.

Ignorar. Desconocer y confiar, al fin y al cabo. O Saber. Sí, saber. Pero hacerlo a ciencia cierta de que, con toda certeza, sabré que nunca llegaré a saber gran cosa. No tomarme la libertad de nada, porque tomarla supondría desnaturalizarla en sí misma.



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