No sé si por hedonista o por iluso, pero no soy capaz de creer que lo bueno sea alguna vez suficiente y mucho menos demasiado. Me harto de escuchar esas estúpidas frases escritas por
Breve inciso: Si tú escribiste esa maravillosa frase y me estás leyendo, puedes dejar de comer mierda, la comida de ese restaurante con estrella michelin que tanto te tienta te va a saber igual de bien.
Todos los fotomensajes que se comparten en las redes sociales pueden argumentar lo que quieran, pero creo que nadie valora más lo bueno por saber lo que es que te vengan maldadas, no a nivel emocional, al menos, y siempre bajo unos mínimos que te permitan vivir dignamente. De la misma forma, nadie se puede cansar de que la fortuna le sonría porque, al fin y al cabo, las buenas rachas no duran para siempre. Es la conclusión lógica de descubrir que la vida no es eterna y que de la misma forma que un buen día llegamos, un mal día nos acabamos yendo.
Este es un hecho que la vida se ha encargado de recordarme demasiadas veces. Horas y horas con esa frase de "tienes toda la vida por delante" mientras, sin darte cuenta, dejas tu vida atrás esperando a que llegue esa otra vida que se te ha prometido, igual que a todo hijo de vecino. Siendo realistas, somos 7000 millones de personas en el mundo y no creo que haya tantas buenas vidas como para que nos toque una a cada uno.
Todos queremos vivir en un eterno anuncio de verano de Estrella Damm, o que la chica del perfume se enamore con sólo olernos, pero la vida no es así y no me hace falta saberlo para tener la certeza de que disfrutaría viviendo esa utopía que nos venden en forma de cortometraje televisivo y que nunca llega.
La vida no es bonita, ni siquiera "es", por mucho que yo la personifique. No es un ente regido por el Karma que tiene una piedad innata que tiende a equilibrar una balanza metafórica para compensar todo lo malo que nos pasa. Sólo es un corto periodo de tiempo que somos capaces de percibir, en el que buscamos la causalidad a miles de millones de casualidades que escapan a nuestro control,todo ello con el fin de que nos resulte lo menos doloroso posible para poder seguir adelante. Lo escribo desde la cama, sin poder dormir y con la amarga sensación de que lo bueno, por desgracia, es breve y lo malo es dos veces malo.
Mi verano no fue de anuncio, pero no me quejo y, en un invierno más agrio que dulce, entiendo que nadie se enamora a primer olfato, que puede que no me quede toda una vida por delante y que ojalá me llegara a cansar de lo bueno.
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