miércoles, 18 de mayo de 2016

Como un Soldado Soviético en Berlín

La mente humana es maravillosa. No deja de fascinarme como la naturaleza supera y superará una y otra vez cualquier logro tecnológico de la forma más sencilla; a fin de cuentas, una parte nunca podrá superar al todo y, por mucho que nos empeñemos, somos un producto más de ese maravillosos cúmulo de coincidencias aleatorias a lo largo de miles de años. 

Somos polvo de estrellas,somos instinto y, a fin de cuentas, somos equilibrio. Tendemos a igualar la balanza porque es nuestra única manera de encontrar paz y calma, dentro y fuera de nosotros mismos. Es por ello que existen tantas realidades como personas, ya que por mucho que solo exista una verdad, el simple hecho de ser observadores de la misma nos impide discernir cuál es su esencia; remítanse a Schrödinger o Einstein si hiciera falta. En este sentido, es curioso cómo nuestro cerebro  lidia con las incoherencias, cómo nuestro subconsciente es capaz de maximizar cualquier resquicio que nos acerque a nuestra tesis y minimizar cualquier evidencia que justifique la opinión diametralmente opuesta a la nuestra. De esta forma, vivimos en una constante lucha interna, incluso sin saberlo, cada decisión es una pequeña batalla entre el animal y el individuo; el ansia y la supervivencia de lo establecido; una suerte de escaramuza en pos de ganar la guerra que propicia un cambio. 

Pero somos polvo de estrellas, somos instinto y, a fin de cuentas, equilibrio. Queramos o no. En una vida de paz, la balanza se equilibra para evitar la incoherencia y nuestro subconsciente es un soldado soviético; nuestra cabeza, Berlín en Mayo del 45. 


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