viernes, 15 de enero de 2016

Si Darwin levantara la cabeza...

Esta entrada está relacionada con una anécdota que me sucedió cuando me mudé a mi anterior piso. Estaba subiendo las escaleras con la compra, intentando mantener la postura que marcan los cánones de la seguridad en la manipulación de pesos; si, esa postura que hace que me replantee la teoría de Darwin, para estar prácticamente en la certeza de que provenimos del pollo. La postura consiste en tener brazos rectos, espalda erguida, rodillas flexionadas y culo casi en pompa. El caso es que en esta coyuntura, dos de mis vecinas dominicanas se giraron a mi paso y pude oír como una le decía a la otra: “¡Viste mami, ese blanco tiene culo de negro!”.
La anécdota acaba aquí. Siento haber creado falsas expectativas. Pero el otro día me planteaba el por qué de mis respingonas posaderas y me di cuenta de que llevo toda la vida viviendo en un 4º piso, luego en un 5º piso y ahora, en un 4º nuevamente. Todos ellos sin ascensor. No sé si será casualidad o no, pero en base a la opinión de los gurús de la gimnasia y el fitness, podría ser la causa de tener el culo como un bloque de granito. Una cosa lleva a la otra y no puedo evitar pensar en el predecesor de Darwin en el tema del evolucionismo: Lamarck. Para los que no conozcan su teoría les diré que deberían haberles suspendido biología, básicamente, sostiene que el uso de un organo/rasgo, potencia su desarrollo y acaba por transmitirse en generaciones.  Años después, Darwin  refinaría esta teoría y explicaría el “vacío” teórico respecto a la transmisión de rasgos entre generaciones a través de la supervivencia por medio de la adaptación, pero esa es otra historia distinta.
El caso es que me gusta observar a la gente. Podría pasarme horas sentado viendo simplemente a la gente pasar, relacionarse, hablar entre ellos, gesticular. Me divierto imaginando quienes son en función de cómo se comportan y con el tiempo me he vuelto bastante bueno en ello, hasta el punto de que los propios rasgos físicos ya me dan una idea de cómo será la persona. Se ha convertido casi en un sexto sentido que para ciertos aspectos de mi vida, personal y profesional, me ha dado una gran ventaja a la hora de saber a qué atenerme. Suelo acertar "leyendo" a la gente y puede que por el mismo motivo sea muy explícito cuando quiero dejarme leer. Se me nota a la legua y desde el primer momento cuándo siento afinidad por alguien y cuándo no.
Así las cosas, la conclusión a la que siempre llego es que somos expertos mentirosos. Hasta el más sincero; no es incompatible. Ponemos máscaras sobre caretas hasta que queremos creer que los guiñoles que fabricamos son realidad, pero siempre hay algo que delata la goma que las sujeta. Sólo es cuestión de fijarse, de saber observar la grieta que deja entrever la cara limpia debajo del maquillaje. No hay nada malo en guardar secretos; en  proyectarnos sobre la otra persona. Tu intimidad es tuya, porque si lo compartes absolutamente todo, llegará el día en que no puedas ofrecer nada. La clave está en que el maniquí que sustenta todo no se pierda entre la retahíla interminable de disfraces acumulados a lo largo de los años.


Volviendo a la teoría de la evolución, que  es en lo que pretendía centrar este post, me doy cuenta de que Lamarck no estaba tan equivocado, puede que solamente se equivocara en la unidad temporal. Midió por generaciones un hecho que sólo se constata en una vida como unidad de tiempo. Nuestro “yo de hoy” es el heredero natural de los rasgos generados por el comportamiento de nuestro “yo de ayer”. Nuestros actos y costumbres nos modifican físicamente, hasta el punto de ser un mapa que recorrer con  la mirada, leyendo cada hecho que nos ha convertido en lo que somos; que no es otra cosa que una maravilla arqueológica viva que descubrir, un tronco sobre el que contar los años en forma de anillos si tenemos la sierra adecuada. Darwin puede retorcerse en su tumba porque, en un mundo en el que la selección natural ha desaparecido para los humanos, tan solo el evolucionismo de Lamarck nos moldea en la única vida que tenemos.

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